Existen dos locuciones latinas que designan errores, resbalones o tropiezos, por lo general involuntarios e inconscientes, que se producen ya sea al hablar, ya sea al escribir. Una es lapsus linguae, el tropiezo cometido de forma involuntaria al hablar, y la otra es lapsus calami, el cometido al escribir. Algunos son en verdad graciosos, como el que reconocía haber cometido una locutora de radio en sus primeras experiencias ante el micrófono. Contaba ella que, leyendo una información sobre las próximas tendencias de la moda, confundió el texto y dijo que aquel verano "se llevarían los hombres desnudos" en lugar "los hombros". ¿En qué estaría yo pensando?, añadía entre risas la locutora.
Porque en algún lado he leído que, según Freud, estas aparentes equivocaciones al hablar no hacen, en la mayoría de las ocasiones, sino sacar a la luz sentidos y frases que, de forma consciente, nunca nos atreveríamos a expresar. Y como me pregunta Zalabardo si la cosa va hoy de psicología, de inmediato le contesto que no, que este comienzo es debido tan solo a que hoy vamos a tratar de una equivocación que no debiera haberse producido.
Sobre la equivocación me alertaba esta mañana Joaquín. En la página 34 de El País de hoy se podía leer este titular: Julio, primer transexual que cambia su identidad sin cirujía. Y me preguntaba a continuación si era correcta la forma cirujía. Se supone que un periódico serio y de gran tirada revisa sus contenidos y, al menos en los titulares, no deja que se deslicen errores como el que comentamos, y más teniendo en cuenta que, aunque el gazapo siempre acecha, hoy los procesadores de textos poseen correctores ortográficos que fácilmente pueden detectar los fallos. Por eso, ante la pregunta de Joaquín y lo flagrante de la errata, no pude menos que dudar y me fui al diccionario. Como no podía ser de otra forma, este no registra más que la palabra cirugía.
¿Por qué se cometen esos errores? Le digo a Zalabardo que los profesores que nos dedicamos a la enseñanza de la lengua decimos en harto número de ocasiones que es por falta de atención. Y, si no siempre, bastantes veces acertamos. Al menos, digo yo, la persona que ha compuesto ese titular debe saber cómo se escribe cirugía. ¿Por qué entonces se equivoca? Los expertos en ortografía del español dicen que la nuestra es clara y fácil porque sigue un criterio etimológico. Zalabardo, que va siguiendo atentamente mi exposición, dice no estar convencido ya que afirmar eso, continúa, presupone decir que la gente común y corriente está al tanto de las etimologías, asunto que habría que demostrar.
Creo que tiene bastante razón porque, aun así, veamos: se escribe cirugía porque viene del latín chirurgía, como se escribe geranio porque se deriva del latín geranion. Pero, ¿por qué, entonces, escribimos jirafa si su origen está en el italiano giraffa? ¿Y por qué el diccionario recoge las formas jenízaro y genízaro, dando preferencia a la primera, si proceden de otro italianismo, esta vez giannizzaro? A ver quién me ata esa mosca por el rabo, cierra el tercio Zalabardo después de leer este último párrafo.
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