Muchas veces me ha dicho Zalabardo que él nunca acertará una quiniela o que difícilmente le tocará la lotería por el sencillo hecho de que ni le gustan las apuestas ni es aficionado a los juegos de azar. No rellena quinielas ni participa en ningún tipo de sorteo salvo en muy contadas ocasiones, por ejemplo, en Navidad y porque en esa fecha es mucha la gente que juega un determinado número en los lugares de trabajo y actúa aquel principio de ¿y si les toca a los demás y yo me quedo fuera...? Si le pregunto qué razón hay para su desafección hacia las apuestas, me responde que ninguna en especial, pero que siempre ha seguido la norma que dice que de chiquitito me enseñaron que porfiase, pero que no apostase.
Ahora se ha difundido en la prensa, escrita y hablada, que un hombre centenario, inglés, ha ganado una apuesta curiosa. Cuando tenía 90 años, apostó que alcanzaría el siglo de edad. Una casa de apuestas, de las muchas que hay en Gran Bretaña, le aceptó 100 libras con tal condición. Si alcanzaba su propósito, le devolverían 25.000 libras (aproximadamente 37.000 euros, si no estoy equivocado). A lo mejor fue solo por fastidiar, pero el inglés ha cumplido los cien años, por lo que ha resultado vencedor de la apuesta.
En ocasiones, cuando Zalabardo y yo nos quejamos de los estragos que la edad provoca, le digo que, pese a todo, yo pienso llegar a los cien años. Y entonces se sulfura, pues dice que soy un inconsciente y que no sé lo que digo. Comienza en ese momento un largo alegato explicando que me expongo, junto a los achaques propios de los años, a todas las inclemencias nacidas como consecuencia del cambio climático que, si no sucede algo muy gordo que lo evite, se nos viene encima. Y sigue diciendo eso del CO2, del efecto invernadero, de la alteración de los ciclos estacionales, del aumento de nivel de los océanos, de las catástrofes impredecibles. No es que yo no crea sus palabras, pero le replico si cree que todo eso acaecerá con tanta premura de tiempo. Se encoge entonces de hombros y me dice que él, por si acaso, no desea vivir más años de los que, en buena lógica, sean posibles sin merma de la calidad de la vida vivida. Tampoco es mala opción.
Y, hablando de otra cosa, se suele decir que rectificar es de sabios. Ayer informaban en ELPAIS.com sobre los premios Ortega y Gasset de periodismo. En la modalidad de fotografía, la ganadora ha sido Desirée Martín con su foto Cayuco en las costas de Tenerife, que se había publicado en ABC. Pues bien, publicaban la foto con el siguiente pie debajo: Imagen de la foto ganadora de un cayuco en Tenerife. Texto un poco chungo, ¿verdad? Suena a aquella frase del clásico programa de TVE Un, dos, tres, responda otra vez, en el que algunas parejas resultaban ganadoras de un apartamento en Torrevieja. Si la imagen no fuese tan trágica, podría uno incluso reírse. Hoy aparece la foto en la edición impresa y el pie es ahora diferente: 'Cayuco en las costas de Tenerife', fotografía galardonada con el Premio Ortega y Gasset. Así sí se entiende bien lo que se quiere decir.
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