La denominación tebeo -¿por qué empeñarnos en utilizar el término foráneo cómic?- procede del nombre de una revista humorística para niños llamada TBO, comprada en 1917 por Joaquín Buigas Garriga, que fue quien le dio el formato con que sería conocida hasta hace muy poco tiempo, pues creo que, desgraciadamente, ya es una publicación extinta. Zalabardo me dice que lo que más le atraía de aquel clásico TBO era la delirante página de los impresionantes inventos del profesor Franz de Copenhague, autor de artilugios a cual más inverosímil.
Las invenciones de este insigne profesor no tenían que ver nada con el lenguaje, o al menos no recuerdo yo ninguna que tuviese relación con él, aunque a la vista de las conductas idiomáticas que de vez en cuando se observan creo que también en este terreno podrían haber tenido cabida sus actuaciones. Y es que hoy me quiero referir a esas creaciones en las que caemos en ocasiones, ya sea por desconocimiento o ya sea por simple deseo de cometer una simple boutade, galicismo estúpido que utilizamos cuando no queremos decir más que 'ocurrencia', 'salida de tono' o 'tontería', pero intentamos hablar más "fisno".
Inventar palabras no es nada fácil. O no lo es inventarlas ex nihilo, desde la nada, por mucho que algunos lo pretendan. En algún sitio he leído que quizá la única palabra de esta naturaleza sea gas, aunque el inventor a quien se atribuye, el químico flamenco J. B. van Helmont, muerto en 1644, se inspiró para ello en el término latino chaos, caos. En cambio sí es inventada desde abajo la que designa una marca, Kodak. Parece ser que su creador George Eastman, tenía la k como letra predilecta, por lo que buscó una combinación que empezase y terminase por ella y resultara eufónica, atractiva al oído, para designar el producto de su invención. No recuerdo ahora ninguna más, si es que la hay.
De otro cariz son aquellas invenciones que tienen una clara intención humorística. Por ejemplo, las que aparecen en el diccionario del recientemente fallecido, y altamente admirado por Zalabardo y por mí, José Luis Coll, que decía que desvulgar era hacer que una cosa dejase de ser vulgar por primera vez o que cuarzo es lo que va antes del quinzo o, por no abusar, que cantalán es Joan Manuel Serrat.
¿Dónde, si no, metemos las palabras y el giro que traigo hoy si no es en una lista que pretenda, cuando menos, hacernos sonreír? De esta laya considero el adjetivo inveraz, que oía este mediodía en la radio cuando venía para casa. Alguien acusaba a otra persona de que lo que había dicho era falso, inexacto, mentiroso, hipócrita; pero prefirió decir inveraz, que parece que suena mejor. O lo que un alumno, Dani Ríos, me contaba el otro día haber oído, que alguien estaba tensionado; vamos a ver, lo que está en tensión, ¿no está tenso? Pues a quien dijo tensionado debió de parecerle término más atractivo, aunque fuese solo por ser más largo. O, finalmente, el giro que tanto utilizan en una emisora de Málaga cuando piden que se llame a un teléfono para pedir información; podrían decir: Pidan información en el teléfono..., o Para solicitar información llamen al teléfono.... Pues ni una cosa ni otra, lo que de modo sucinto dicen es: Información al 952... ¡Pues mira qué bien!
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