martes, abril 10, 2007

YO SÉ UN HIMNO GIGANTE Y EXTRAÑO

¿No es ese -me pregunta Zalabardo- el verso introductorio de las Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer? En efecto -le respondo- así se inicia, en las dos ordenaciones que conocemos, el poemario al que su autor pensaba llamar Libro de los gorriones.
Pues me viene que ni pintiparado, pues yo quería hablar de himnos -dice-, y continúa: ¿Por qué será que en todos los países, el himno y la bandera son símbolos que están por encima de cualquier ideología y de cualquier contingencia temporal mientras que en el nuestro no sucede así? Aquí, continúa, cualquiera puede observar que uno y otra crean actitudes contrapuetas según en quiénes. Unos, por lo general los que miran más hacia el oriente, se los apropian como si no hubiera más muestra de españolía que la de ellos. Como yo le pregunte qué es eso de mirar hacia oriente, me dice con media sonrisa: sí, hacia la derecha. Los otros, me sigue diciendo, muestran una especie de vergüenza de utilizarlos, como si en ello hubiera cierto grado de pecado. Y en mitad de la trifulca no saben, ni unos ni otros, que el himno de España es uno de los más peculiares del mundo por el hecho tan simple de carecer de letra y, por eso precisamente, habría que dejarlo como está.
Y entonces caigo en la razón de sus palabras. Leía el otro día que los integrantes del Foro de Ermua van a presentar una letra que se una a la melodía de nuestro himno. Otro intento más que, creo, y espero, irá al cesto de la basura. En efecto, rebusco un poco de información y me entero de que nuestro himno nació como un simple toque militar de autor desconocido que Carlos III declaró, en 1770 Marcha de Honor, que terminó por ser llamada Marcha Real, por acompañar todos los actos en que estaba presente la realeza y fue acogido por el pueblo, de forma espontánea, como himno nacional. En 1870, el general Prim convocó un concurso para la creación de un himno nacional, que se declaró desierto porque ningún trabajo de los presentados mejoraba la marcha granadera, que se ha venido manteniendo salvo en la etapa republicana de 1931 a 1939. En 1997, el Estado adquirió los derechos de explotación de la versión armonizada en 1908 por Bartolomé Pérez Casas y, poco después, se publicó en el BOE la partitura oficial, según revisión y armonización de Francisco Grau Vergara. Siempre, sin letra.
Y no será porque no se haya intentado. En tiempos de Alfonso XIII, se encargó una letra al escritor Eduardo Marquina. Empezaba: "Gloria, gloria, corona de la Patria, / soberana luz / que es oro en tu pendón..." Al final de la guerra, el propio Franco solicitó a José María Pemán igual misión. Su versión se iniciaba así: "¡Viva España! /Alzad los brazos, hijos / del pueblo español / que vuelve a resurgir. /Gloria a la Patria que supo seguir, / sobre el azul del mar el caminar del sol..." Que si quieres arroz, Catalina. Antes y después ha habido intentos de Ventura de la Vega, de Aurelio Fuentes, de González Riera, del fraile marista Miguel Antonio y no sé de cuántos más. Hay otra, ignoro de quién es, que dice: "Linda España, / tus pueblos y montañas / suenan más allá, / por tierras de ultramar..." Incluso una satírica, la que comienza: "Franco, Franco, / que tiene el culo blanco / porque su mujer / lo lava con Ariel..." Y ahora, los de Ermua. Pues muy bien.
Zalabardo, que me mira con ojos de asombro, me pregunta de dónde saco toda esa información. Le respondo que, naturalmentee, para eso está la internet. Entonces, y ahora su expresión cambia y sus ojos adquieren un brillo de interés, lo de la bandera y el aguilucho... Mira, lo corto de manera tajante; eso vamos a dejarlo para otra ocasión más propicia.

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