lunes, abril 09, 2007

PADRINAZGOS

Creo que ya en otra ocasión he dicho que Zalabardo y yo solemos leer juntos la prensa en bastantes ocasiones. De vez en vez, comentamos alguna información. Unas veces coincidimos en la valoración; otras, no tanto. Desde hace algunos días, él no para de dar vueltas a lo que llama el caso de los directivos corruptos y sinvergüenzas de Intervida, esa fundación dedicada, entre otras cosas, al apadrinamiento de niños en sociedades del tercer mundo. O eso creíamos. Estos casos nos van haciendo cada vez más descreídos sobre esas autodenominadas sociedades sin ánimo de lucro. La sombra de la picaresca aparece siempre donde menos esperamos.
Cuando Zalabardo y yo éramos pequeños, en aquellas calendas del nacionalcatolicismo, tales tareas de apadrinamientos las llevaban, al menos en mi pueblo, las órdenes religiosas que contaban con misiones en "tierras de paganos"; se hablaba de dar una limosna con la que "bautizar a un negrito o a un chinito". Luego, en la revista de esa orden misionera, aparecía una breve nota que más o menos rezaba así: "Fulano envía la cantidad de equis pesetas para bautizar a un chinito con el nombre de..." ¿Será posible que aún haya por ahí algún chino inocente que se llame Zalabardo sin saber por qué?
Hablando de esos apadrinamientos, le digo a Zalabardo que la Escuela de Escritores, sí, esa misma que el año pasado, para conmemorar el Día del Libro, organizó la campaña de búsqueda de la palabra más bella de nuestra lengua, promueve ahora, para la misma festividad, otra campaña, denominada "Apadrina una palabra", para recuperar palabras que corran riesgo de desaparecer. Dicen, copio sus argumentos, que "todos tenemos una palabra asociada al corazón, adscrita a la memoria, eco de nuestra infancia. Una palabra, en fin, que nos gustaría que siguiera cuando ya no estemos." Y terminan comunicando su propósito: "Salvar el mayor número de palabras amenazadas por la pobreza léxica y barridas por el lenguaje políticamente correcto."
Zalabardo sabe lo poco que confío en los resultados de estas campañas. Pero también sabe que, pese a todo, me resulta difícil resistirme a enviar mi propuesta. ¿Qué palabra he enviado? Me ha costado decidirme porque eran varias las que luchaban por conseguir "tal honor". Todas estaban en igualdad de condiciones por el hecho de pertenecer al mismo campo de vivencias infantiles. Al final, lo que he hecho ha sido ordenarlas de una manera más o menos lógica y enviar la primera como propuesta, acompañada, en el razonamiento que piden, de todas las demás.
Así, mi palabra ha sido copa, en su significado de 'brasero hecho de cobre, azófar, barro, etc., con dos asas para poder ser llevado de un lado a otro'. En esta copa se quemaba cisco, 'carbón vegetal menudo', que podía ser de picón, 'el hecho de ramas de encina, jara o pino y que solo sirve para braseros' o bien de orujo, 'el hecho con los residuos de la aceituna ya molida y prensada'. Para atizar y mover las brasas se utilizaba una badila, 'paleta de hierro u otro metal que se usa para mover y recoger la lumbre en chimeneas y braseros'; a esta acción, atizar las brasas con la badila, se le llamaba echar una firma. Por fin, para combatir el tufo desagradable que estas materias combustibles pudieran provocar, se rociaba encima de ellas de vez en cuando un puñadito de romero y alhucema mezclados, lo que levantaba un agradable sahumerio, 'humo que produce una materia aromática que se echa en el fuego para sahumar'.
Todas ellas son, en esta época de radiadores y calefactores eléctricos, en pleno reinado de los aparatos de aire acondicionado, palabras destinadas a desaparecer. A mí, y a Zalabardo, aún nos traen el recuerdo de los inviernos de la niñez. Si alguien quiere colaborar en la campaña, ya sea proponiendo alguna palabra en peligro de desuso o votando por las que otras personas han propuesto, puede entrar en www.escueladeescritores.com/apadrina-una-palabra .

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