En todas las lenguas se dan expresiones que, aunque posean un sentido claro y sean fácilmente inteligibles para la mayoría de la gente, resultan algo más oscuras en cuanto a la delimitación de su procedencia. Nuestra lengua no es una excepción y una de estas expresiones es lo que intento tratar hoy.
Debemos empezar explicando que la homonimia es un tipo de relación entre dos o más palabras que, teniendo un origen bien diferenciado, han venido, sin embargo, a coincidir en su forma, aun manteniendo cada una su significado distinto. A veces, la coincidencia es tan solo fónica (valla / baya); pero, en otras ocasiones, dicha coincidencia es incluso ortográfica, como la que se da entre haya (del verbo haber) y haya (árbol). Las razones de tales homonimias obedecen, casi siempre, a una curiosa semejanza de evolución fonética. En el último de los ejemplos dados, haya (de haber) procede de una forma latina habeam, mientras que haya (árbol) procede de la forma latina fagea. Que ambas palabras hayan derivado hacia la misma forma es mera coincidencia.
Le aclaro a Zalabardo, antes de que él me pida nada, que esta introducción que he hecho la considero necesaria para explicar por qué curiosos caminos se puede llegar a una expresión, en este caso, tener agallas o ser un tipo con agallas que, como sabemos, no significa otra cosa que 'ser una persona de valor contrastado'. ¿Pero cuál es el origen de la expresión?
Tanto el DRAE como el Diccionario de uso de María Moliner nos presentan este término, agalla, en una sola entrada, como si se tratase de una única palabra, lo cual, y lo digo con absoluta humildad, considero errado. En cambio, tanto Covarrubias como Joan Corominas hablan de dos términos, aunque no coincidan al señalar la etimología. También es verdad que este último parece confundir un poco el sentido de uno y otro. En lo que sí coinciden los dos autores es en señalar la existencia de una voz, agallas (generalmente en plural), para el primero procedente del griego galeos y para el segundo de origen incierto, que se refiere al órgano respiratorio de peces y otros animales marinos, es decir, a lo que que más técnicamente se llama branquias.
Junto a esta presentan una segunda voz, agalla, derivada en opinión de ambos del latín galla, que para Covarrubias es un 'vicio que echan los árboles, como los robles, redondo, a manera de bodoques o bolas pequeñas' y para Corominas una 'excrecencia que se forma en el roble'. El DRAE define esta agalla como 'excrecencia redonda que se forma en el roble, alcornoque y otros árboles y arbustos por la picadura de ciertos insectos e infecciones por microorganismos'.
Y ya nos vamos acercando a eso de tener agallas. En su origen hay que considerar dos cuestiones: una metáfora, en primer lugar, y un uso eufemístico, a continuación. Veamos la metáfora. Debido a la forma que tiene la agalla, la palabra se utiliza también con el significado de amígdala. El DRAE recoge este significado, aunque no lo explica; lo que ya no recoge, y que sí vemos en Corominas es que, también metafóricamente, y por la misma razón de la forma, agalla se utiliza para significar testículo. A partir de ahí, el empleo eufemístico nos debe resultar ya muy claro. Si el eufemismo es el empleo de una palabra en lugar de otra que, pensamos, debe silenciarse o evitarse, tener agallas no es más que la equivalencia eufemística de tener cojones y, por ello, ser un valiente.
El DRAE, que considera la palabra cojón malsonante, recoge la locución tener agallas y su significado, aunque no explica la razón. Aquí la dejo para todos aquellos que sientan curiosidad por estas cuestiones de la evolución de los significados. Zalabardo me dice que puedo darme por satisfecho con que haya una sola persona, de entre quienes lean esta nota, que no supiese lo aquí expuesto. Pues vale.
3 comentarios:
Habrá que recordarle a Zalabardo que en lo referente a la excrecencia que se salen a los quejigos, robles y alcornoques, no suele ser muy conocido el hecho de que se llamen agallas. Vamos que o se es del campo, o se sale a menudo de excursión o se es biólogo, o no se conoce.
También habrá que decirle a Zalabardo, a quien le envío mis más cordiales saludos, que hay que tener las agallas que tiene el Escritor para hacer todos los días un apunte de la profundidad a la que nos tiene acostrumbrados.
El viejo de la colina
Pues aqui esta esa persona
Pues sí conocía el nombre de las agallas arbóreas y, por supuesto, también que las branquias de los peces reciben ese nombre, pero el señor Zalabardo se ha colado, pues soy el tercero en ignorar todo lo demás, desde la sinonimia eufemística con "testículo" hasta su relación con la expresión "tener agallas".
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