jueves, abril 19, 2007

ADOCENADOS

Desde que escribí el comentario Vanidad de vanidades, Zalabardo no deja de repetirme que hay cosas que no se pueden decir. O que, por lo menos, no se deben decir. Y a lo mejor tiene algo de razón, porque, desde entonces, muchos compañeros no dejan de aludir a él y de insinuarme no sé qué sobre su contenido. En un principio, pensé que se debía a un gran fallo que cometí al escribirlo, no decir el nombre del compañero homenajeado, José Luis Morales. A propósito, si este hombre ha sido durante toda la existencia del instituto, y aún más, Morales, ¿a qué demonios obedecía que ese día tanta gente se refiriera a él llamándolo José Luis?
Pero resulta que no, que lo que a unos había escandalizado y a otros simplemente divertido era la exposición de una de las razones de mi poco aprecio hacia los homenajes. Y aunque yo hablaba de manera abstracta, resulta que todos han entendido lo dicho como alusión directa a una persona, lo que me lleva a pensar si era, entonces, intención mía o son los demás los que hacen suya tal alusión y me la endosan a mí. Porque lo cierto es que yo no daba ningún nombre. Lo que pasa es que hace mucho tiempo que nos corroe una corriente de comportamientos políticamente correcto y, aunque sea un pensamiento general, hay cosas que no se pueden decir. Por cierto, que esa actitud ya la denunció el mismo Mariano José de Larra.
Por eso es posible que Zalabardo lleve razón cuando me aconseja que hable de asuntos de lengua y deje todo lo demás. Pues a ello voy. Resulta que hay muchos libros de textos que hablan, en literatura, de casos de estilo acendrado o de estilo adocenado. Pues no hay forma de hacerles entender a los alumnos que acendrado significa 'depurado, purificado, sin mancha ni defecto', y que adocenar, aunque también quiere decir 'reunir por docenas' (lo que más parece una definición de Coll), significa más bien, 'volver algo mediocre o vulgar'. ¿Qué pondría yo como ejemplo? Veamos, los profesores siempre nos habíamos sentido preocupados por impartir una enseñanza de calidad y siempre habíamos combatido cuanto sentíamos que atentaba contra esa calidad pretendida: malas condiciones laborales o económicas, precariedad en los puestos de trabajo, exceso de alumnos por aula, planes de estudios inadecuados. Y digo habíamos porque, al parecer, ahora nos tragamos cuanto nos echen, hasta el punto de que en muchas ocasiones parece que desarrollamos actividades más administrativas y de vigilancia que pedagógicas y nos quedamos callados. Bueno, protestamos durante la hora del desayuno, pero de ahí no pasamos. La verdad es que ya nadie planta cara a la Administración en ninguna de las tropelías que comete y que muchos de los que antes parecían más beligerantes resultan ahora los más rendidos al sistema. ¿Por qué? ¡Vaya usted a saber! Y los jóvenes, claro, al ver que los veteranos callan, se mantienen en silencio ellos también. Y así nos va. Incluso miembros de las propias directivas dicen sin pudor "pues nos vamos a enterar ahora cuando nos pongan..." Y nos pondrán ya mismo a barrer los pasillos antes del inicio de la jornada escolar.
Pues bien, eso pasa porque nos hemos adocenado, escondido en la mediocridad, hemos escondido la cabeza como el avestruz y nos dedicamos a dejar pasar los días. ¿Una muestra? Los claustros ya no pintan nada, no cuentan para nada, somos aquellos simpáticos monitos del ver, oír y callar; nuestra opinión no interesa a nadie y menos a la Administración. Y dejamos que las cosas sigan pasando delante de nuestras narices al tiempo que permanecemos impasibles. A lo más, de vez en cuando surge alguno, que los hay, que habla como aquel compañero que me espetó en una ocasión: "La Administración nos engaña a los funcionarios en el sueldo; en contrapartida, los funcionarios engañamos a la Administración en el trabajo". Con esa actitud, así nos va y peor podría irnos. Lamentable.
Zalabardo me susurra al oído: "Me parece que has perdido otra ocasión de quedarte callado. ¿No se te podía haber ocurrido otro ejemplo mejor para explicar el significado de una palabra?"

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No tenga muy en cuenta lo que voy a escribir, entre otras cosas porque no nos conocemos y somos de distintas profesiones, por tanto, no entiendo muy bien a qué se refiere en algunos casos, ni entiendo por qué Zalabardo está siempre apuntándole sugerencias como si fuera la voz de su conciencia, o incluso una conciencia que le acompaña en todo momento.
En su blog tiene que incluir de todo, especialmente debe volcar opiniones para que sea posible el intercambio de impresiones. No solo debe hablar de lengua, lo que está muy bien desde un punto de vista formativo, pero también es muy formativo volcar puntos de vista porque usted llega a hacerlo con un especial equilibrio emocional. Me gusta leerlo porque en muchas ocasiones ha conseguido que elabore mi propia opinión al respecto de algo, es decir, me ha puesto a pensar y de repente me sorprendo a mí mismo con el hecho de que tengo opinión propia de algo en lo que jamás la había tenido antes. Otras veces, muchas, me sorprendo cambiando mis planteamientos algo más extremistas que los suyos por otros más cercanos a los que usted vuelca en la agenda. Al cabo de un rato me digo: "caramba, no se me había ocurrido pensar así". Con todo esto quiero decir que a mí sus apuntes y sus manifestaciones de opinión, aunque a veces me quede a dos velas porque no tengo más detalles, me están sirviendo de mucho, igual que sus notas de lengua tan ricamente documentadas. Supongo que habrá más lectores por ahí que pensarán como yo aunque no hayan llegado a decirlo. A ver si se animan.
Vigilante nocturno

Anónimo dijo...

¡Por supuesto que estamos adocenados!. Así continuaremos para siempre pues con tanta disciplina ideológica todas las paridas desde el 82 para acá nos las estamos tragando como si fueran el no va más en educación. Nos olvidamos de 150 años de enseñanzas medias y estamos a punto de destruir el bachillerato.

Anónimo dijo...

Para el Anónimo anterior de más abajo. ¿Por qué precisamente el 82? ¿Dentro de esos 150 años de enseñanza medias incluye a la nstitución Libre de Enseñanza?

Se le ve el plumero amigo/a...

Anónimo dijo...

El plumero se le ve a todo el que lo lleva o lo ha llevado; es como el pelo de la dehesa, que se nota por lo primero, por tenerlo o haberlo tenido, o por lo segundo, la dehesa de dónde se es. Es también como los primeros maimones, que nunca se digieren.
Alguien que hizo bachillerato, algo ya olvidado.