viernes, mayo 04, 2007

AVISOS

Los más remotos antecedentes de las publicaciones periodísticas en España son las hojas que llevaban el nombre de Avisos. Eran hojas manuscritas que tenían como objetivo anunciar o comunicar algo. No en vano leemos en el diccionario que aviso significa 'noticia o advertencia que se comunica a alguien'. Se tiene conocimiento de los que publicaban José Pellicer o Andrés de Almansa, allá por el siglo XVII. Del mismo siglo, aunque un poco posteriores son las gacetas, más parecidas a los diarios de prensa de la actualidad. La más antigua de que se tiene noticia tenía este nombre tan complicado de retener: Relación o gaceta de algunos casos particulares, así políticos como militares, sucedidos en la mayor parte del mundo. La publicaba, desde 1661, Francisco Fabro. A partir de 1697, ya muerto su editor, siguió publicándose bajo la denominación de Gaceta de Madrid, que aún perdura, aunque su denominación más extendida sea la de Boletín Oficial del Estado. Y si nos fijamos en publicaciones decanas, creo que la más antigua de España, de las que aún se pueden encontrar en los puestos de prensa, es el Diario de Barcelona, desconozco ahora su año de fundación, seguida de El Norte de Castilla (1856) y La Vanguardia (1881). Bajo la denominación de Aviso, creo que en España solamente existe el Diario de avisos, de Tenerife.
¡Venga ya, que te veo venir!, me espeta Zalabardo, que sabe que cuando me meto por los vericuetos de la exposición erudita es porque me estoy preparando para hablar de un asunto que se parece a dicha exposición como las acelgas a los plátanos. Y lleva razón, porque lo que me interesa es hacer alusión a avisos de diferente naturaleza que nos podemos encontrar por ahí.
Tenemos, por ejemplo, algunos ya clásicos en todos los bares de nuestro país: el más común, el que dice Hoy no se fía, mañana sí; el preocupado por la marcha del negocio, Si bebes para olvidar, paga antes de beber; el mala sombra, Prohibido el cante; o el disuasorio Libro de reclamaciones, situado siempre al lado de un garrote de talla XXL. Pero, a clásico, quizá ninguno gane al expresivo Tonto el que lo lea. Como chiste se suele contar que a la entrada de un pueblo se había un cartelón grande que avisaba: Prohibido el paso de animales, excepto el borrico del señor alcalde. Y ya de carácter casi metafísico son estos dos avisos que se asocian con el mayo francés del 68: Prohibido prohibir y Sé realista, pide lo imposible. Pero el más sorpresivo de todos, al menos para mí, es el que pude ver en un anchurón rodeado de árboles en la Hoz de Marín, de Archidona; decía: Se prohibe aparcar para follar.
En cualquier caso, los avisos, esa debe ser su naturaleza, son breves y directos, por lo que su contenido es fácilmente asimilable para cualquier persona que se enfrente a ellos. No requieren de dotes especiales ni de la ayuda exterior para ser interpretados. Aunque en mi instituto no es así y, al menos en algunos que se relacionaban con las Jornadas Culturales, ha habido casi que hacer un máster de traducción e interpretación para penetrar en su contenido. Tal complicación se extendía a dos: uno alusivo a las actividades de interculturalidad y otro que avisaba bien a las claras una suspensión, pero que dejaba en suspenso a los lectores que deseaban seguir leyendo. Menos mal que José Manuel Mesa, que cada día está más integrado en el centro, adivinó el sentido de ambos y no ha tenido inconveniente en hacer su glosa a todos cuantos la requerían, que éramos la inmensa mayoría.

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