Tengo que decir que hubo una época en que estas siglas me tenían intrigado. Era yo joven, muy joven, y en los libros de texto solo se decía, cuando se decía, que el novelista asturiano Ramón Pérez de Ayala había escrito, entre otras, una novela titulada A.M.D.G. Habría de pasar un tiempo para que supiera que tales siglas son la divisa de la Compañía de Jesús (Ad Maiorem Dei Gloriam) y la novela constituía una sátira de los métodos educativos en los centros religiosos y en particular en los de los jesuitas. Esa sigla, desde aquel momento, perdió el encanto anterior que para mí había tenido. Como encanto tuvo, era yo más pequeño aún, aquella de SPQR que se podía ver en los estandartes romanos. Como yo aquello lo relacionaba con la Semana Santa y las procesiones, algún compañero más espabilado no tuvo demasiado problema para tomarme el pelo y hacerme creer que allí se decía San Pedro Quiere Roscos. No engaño a nadie si digo que, en mi inocencia, creía a pies juntillas tal interpretación.
A nadie llama ahora la atención la proliferación de las siglas. Parece que es algo connatural al tiempo que vivimos. Fue Dámaso Alonso, creo no equivocarme, quien definió el siglo XX como un siglo de siglas. Las hay de todo tipo y color. Algunas son hasta graciosas y se pudiera decir que casi constituyen una broma. Por ejemplo, ACASA, que no es sino la sigla de Autopistas de Cataluña y Aragón, S. A. O la ABCD, es decir, Aprendiendo Béisbol Con Dios. Y puedo asegurar que no es un mal chiste que me esté inventando, pues la he encontrado en un diccionario de siglas.
Pero, a veces, las siglas resultan, al menos me lo resultan a mí, inconvenientes. Por ejemplo, Zalabardo me preguntaba, y la misma pregunta me la han hecho más personas, por qué no contesto a la persona que hacía un comentario al apunte titulado Los otros. A todos he contestado igual: que desde que Zalabardo me prestó su agenda, nunca ha estado en mi mente responder ninguno de los comentarios que se hagan, sean del tono que sean. Del mismo modo que a nadie pido permiso para el tema de los artículos, a nadie pediré cuentas del contenido de sus comentarios, sean favorables o desfavorables. Solo pido el respeto debido a las personas y a las ideas y si, como dije cuando empecé el pasado mes de agosto, las anotaciones que hago son una especie de desahogo para mí, he de aceptar que cualquiera se desahogue de la misma manera. Quien me lea recordará que solo intervine una vez en favor de Andrés, el viejo de la colina, pues me parecía que se le estaba tratando con dureza, y cuando contesté alguna pregunta de Mari Paz.
Eso sí, como digo una cosa digo la otra. Del mismo modo que yo podía haberme ocultado tras Zalabardo dejando que él hablara por mí y, sin embargo, he preferido expresar mis ideas, las referidas al lenguaje y las otras, bajo el amparo de mi propio nombre, me gustaría que los comentarios se hicieran del mismo modo. Porque, y digo la verdad, cuando leo algunos alias (Un admirador, El viejo de la colina, El vigilante nocturno, Alguien que hizo bachillerato, etc.) me atenaza la impresión de que esto, más que una bitácora, es el consultorio de la señora Francis. Y cuando veo tantas iniciales (SC, AGB, LM, DL, etc.) creo estar leyendo los informes policiales que ocultan los nombres de los implicados por eso de la presunción de inocencia. Y ya no sé qué decir de quien remitió su comentario en francés al amparo del sugestivo nombre Amelie. Y los anónimos puros, la repera.
No me gustaría que esto se tomara como crítica que pretende un cambio de comportamientos; no hago más que manifestarme con libertad, sin remilgos. Por supuesto, seguiré respetando la libertad de cada cual tanto en sus comentarios como en sus firmas. El día que tenga algún reparo para ello, devolveré a Zalabardo su agenda y ocuparé mi tiempo en otra cosa. Y aquí paz, y después gloria. Y no sé si ya que hemos hablado de siglas e iniciales debería terminar hoy como antiguamente se cerraban las cartas: s. s. s. q. e. s. m. (su seguro servidor que estrecha su mano).
1 comentario:
No sé si debo intervenir, no es mi guerra. Se te ve molesto por el comentario que te han hecho, pero no es para tanto. ¡Si leyeras lo que se escribe en otros blog contra la opinión del autor!
De todos modos, creo que si alguien publica una agenda es para que lo lean y le comenten. Tenemos que estar a las maduras y a las verdes. Yo prefiero que me digan lo que piensan a que me lo oculten, aunque resulte osado y atrevido. Y en cuanto al nombre, ¿qué mas le da?, ¿y si es falso?
No te desanimes que no hay muchas agendas como la tuya.
José Jiménez
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