Le pregunto a Zalabardo, que presume de tener bien fichado al personal, qué tipo abunda más en nuestra sociedad: el iluso, el timorato, el arribista, el ingenuo, el ambicioso...; Zalabardo, como siempre que no me quiere contestar, se ha hecho el sueco y ha seguido leyendo el periódico, el mismo en el que yo leí ayer el asunto del que hablo hoy. Porque resulta que Zalabardo acostumbra a leer los periódicos con un día de retraso; él dice que lo hace así para que las informaciones tengan tiempo de asentarse y puedan digerirse mejor. Sin embargo, como ve que yo sigo esperando su respuesta, se desentiende un poco de la lectura y musita como para sí mismo: ¿Lo dices por lo del Hotel Kafka? No sé por qué, pero siempre se me adelanta y adivina la razón de mis preguntas. Eso sí, habrá adivinado por qué le pregunto, pero aún sigo esperando su respuesta.
Resulta que en Madrid han abierto un hotel de lo más peculiar que uno pueda imaginarse. Cuando llegas y te vas a registrar no te preguntan si deseas una habitación doble o sencilla, o si la prefieres con vistas al exterior. Nada de eso, que son menudencias que no sirven para nada. Allí, cuando llegas, lo que te preguntan es cómo quién quieres escribir; no ya si estás interesado en aprender a escribir, que eso suponen que lo sabes, ni si quieres mejorar tu estilo para no pasar vergüenza el día que debas presentar a alguien un papel escrito por ti. No, nada de eso, sino lo que os digo más arriba, si quieres escribir como el mismísimo Cervantes, o como Proust, o como Cortázar; o, ya puestos, como Marcial Lafuente Estefanía o Corín Tellado, ¿por qué no? Y ellos, en un plis plas, van y te enseñan.
¿Hay tanto iluso que paga con la vana creencia de que su desembolso económico le va a permitir componer, ya sea en régimen de alojamiento y desayuno, de media pensión o de pensión completa, un éxito como Madame Bovary? A lo que se ve sí, porque no es solo este hotel, que hay más centros a los que la gente acude con la peregrina idea de que de ellos va a salir con la cuasi garantía de obtener, por lo menos, el premio Planeta.
¿Se cree alguien que el oficio de escribir es algo tan banal como parece desprenderse de iniciativas como la que comento? ¿Alguien piensa que Joyce, por ejemplo, sabía el éxito que iba a tener mientras redactaba las primeras (y las segundas, e incluso las terceras) líneas de su Ulises? Lo que no dicen en esos lugares es que una cosa es redactar y otra muy diferente escribir. A lo primero es posible que te enseñen; lo segundo es más complicado. Es como al que le enseñan el manejo de una cámara fotográfica: muchos obtenemos toda clase de imágenes, pero muy pocos alcanzan a lograr auténticas fotografías.
Si en ese Hotel Kafka te dieran algo más que un diploma de asistencia a sus cursos, me gustaría saber de qué autor quisiera ser clon, si es que lo quisiera ser de alguno, José Francisco (seguro que no de Muñoz Molina). Por mi parte, a mí me gustaría saber escribir como Torrente Ballester o como Valle-Inclán.
2 comentarios:
Clon, clon, lo que se dice clon, de nadie, pero un aire a García Márquez seguro que no sentaría mal.
El misterio de escribir bien está en marcar estilo por uno mismo y me temo que eso solo lo consiguen ciertos elegidos.
José Francisco
este señor lleva razon y aqui pasa igualito que en la cancion, lo importante es marcar estilo por uno mismo y ser uno de los elegido, por eso dice el refran muchos son los llamados y pocos los elegidos.
Andres desde la colina
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