domingo, septiembre 24, 2006

DE CINE

Cuando yo era pequeño, el cine fue algo muy importante en mi vida. Me pasaba la semana esperando la llegada del domingo para ver aquellas películas que proyectaban en la sesión infantil, que tenía lugar a primeras horas de la tarde. Era la función que llamábamos matiné. En ellas pude ver las películas que llenaban de fantasías mi mente o me hacían reír: las del séptimo de caballería, las de la guerra de Birmania, las del Gordo y el Flaco; pero, sobre todo, las de Fu Manchú, que eran las que más me gustaban.
Quizá sea por esa influencia, positiva, que el cine ha ejercido sobre toda clase de personas por lo que se diga para destacar la excelencia o el carácter extraordinario de algo que es o está de cine. También para manifestar lo mismo suelen utilizarse otras expresiones, como ser (o estar) de puta madre o ser de cojón de pato. Pero estas expresiones a mí me gustan menos, me parecen algo zafias y, personalmente, suelo evitarlas.
Pero no quiero hablar hoy de expresiones encomiásticas, sino de otro tema relacionado con el cine. Me refiero al término cartel. El cartel, tal como leemos en el diccionario, es una lámina de papel con inscripciones o figuras, o ambas cosas, que se exhibe con fines publicitarios. ¡Cuántas fantasías creábamos, de pequeños, mirando absortos el cartel de una película. Durante mucho tiempo fue costumbre, también, distribuir copias del mismo en un tamaño reducido (aproximadamente de diez por quince) que eran carteles de mano o, como en mi pueblo los llamábamos, cartelillos, que los niños coleccionábamos y que hoy muchos buscan con interés y pagan a precios quizá desorbitados. En las puertas de los cines había, además, unas especies de escaparates en los que se mostraban fotogramas de las películas. Eran las carteleras. Hoy, la cartelera es la sección de los medios en que se publicitan las películas.
El cartel publicitario de otros espectáculos que no fuesen el cine, tenía un nombre, afiche, procedente del francés, y, que a decir verdad, apenas ssi se utiliza ya. Uno y otro han sido suplantados por otra palabra, esta de origen lingüístico inglés, póster, que, aunque en el diccionario leamos que es el cartel que ha perdido su finalidad publicitaria, lo cierto es que ha sustituido a las otras dos. De las tres, a mí, Y Zalabardo dice que a él también, nos sigue gustando más que ninguna cartel.
Para terminar, quiero recordar un chiste sobre cine. Me lo contó hace tiempo un buen amigo, Juan Ruiz, aficionado y entendido en cine. Dice que iban dos amigos hablando por la calle y el uno dice al otro: "¡Vaya, hombre, ahora que ya he aprendido a decir pinícula, resulta que se dice flim!".

No hay comentarios: