Una plataforma llamada Pro Seleccions Esportives Catalanes trata de que se difunda por televisión un anuncio, frente a otros grupos que intentan evitar tal difusión. En el anuncio de marras se defiende la creación de selecciones deportivas catalanas con carácter oficial. Hasta ahí, ni Zalabardo ni yo tenemos nada que alegar. El problema está en la forma. En dicho anuncio, unos niños con vestimenta deportiva, entre ellos la de la selección española, impiden que con ellos juegue otro niño, vestido con una camiseta de la selección catalana.
Creo que eso es crear tensiones innecesarias y división desde la misma niñez. Uno de sus defensores dice que sin la imagen de los niños el anuncio no tendría sentido. A mí me parece, el anuncio, demasiado agresivo, independientemente de su contenido. Que quede claro que ni yo, ni Zalabardo, según creo entender, tenemos nada en contra de la existencia de selecciones deportivas catalanas, asturianas, andaluzas o de donde sea. Eso sí, creo que lo que se ganaría en espíritu nacional lo perderíamos en potencialidad deportiva. Y no pienso ya en los catalanes, pues, al parecer, nosotros los andaluces también somos ahora una realidad nacional. Yo lo planteo de esta forma: si un deportista que opte por una selección no puede actuar con otra (y hablo solamente de fútbol), ¿por qué selección optaría Villa, por la española o la asturiana? ¿Jugaría Iniesta con la selección castellano-manchega? ¿Xabi Alonso representaría a una selección vasca cuyos máximos exponente, en la actualidad, son el Athletic y la Real Sociedad? Los catalanes, si miramos sus clubes, pueden presumir del Barça, equipo por el que siento admiración desde muy pequeño; en él juegan Ronaldinho, Deco, Eto'o, Edmilson... que no son seleccionables, desgraciadamente. Y así hasta donde queramos. Si todos juntos tenemos los resultados que tenemos, ¿qué íbamos a conseguir por separado?
Pero no quiero elevarme a lo político-localista, sino que me quiero quedar en el terreno de la publicidad. Y ya he dicho que ese anuncio me parece agresivo. Sabemos cuál es la finalidad de la publicidad y sabemos, y los publicistas saben (que ahí está lo peor) de qué manera calan en el común de la gente determinados mensajes publicitarios. Algunos no dudan ante nada con tal de alcanzar el objetivo propuesto.
Quiero hablar aquí solo de dos anuncios televisivos: uno es de una hamburguesería y en él se intenta promocionar la hamburguesa con más mala leche del mundo. Estoy seguro de que seremos muchos los que demos rienda suelta a nuestra componente masoquista y no dudemos en entregarnos en las garras de tal producto. El otro ejemplo que quiero ofrecer ya me parece de mal gusto. Antena 3 promociona su espacio Territorio Champions con unos pequeños sketchs (no me gusta la palabra y algún día hablaremos de ese tema) que pretenden ser lo más de lo más del ingenio. Pues bien, en el último se nos muestra una pequeña escena en la que se parodia el caso Farruquito. Un hecho tan desgraciado y trágico no debería ser tomado como objeto de chiste.
Publicidad agresiva en toda regla.
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