viernes, septiembre 01, 2006

MÁS SOBRE EL LENGUAJE POLÍTICAMENTE CORRECTO (II)

Ya hace unos días hablaba de este tema un poco por encima. Pero hoy, cuando Zalabardo y yo veníamos en el coche después de someter a examen a unos cuantos pobres alumnos que habían sido suspendidos en junio, en la radio se debatía sobre el tema y tanto Zalabardo como yo hemos pensado que sobre ello hay bastante que decir aunque parezca que todo está dicho. Por ello me ha sugerido que durante unos días desarrolle el tema. He sacado unas notas que tenía al efecto e intentaré darles algo de orden para dejar sentada aquí mi postura, espero que sea también la de Zalabardo, sobre todo este asunto.
Quiero empezar citando a Juan de Valdés, a quien no hay que confundir con el del café de Colombia, pues este del que hablo es el autor del Diálogo de la lengua y que vivió en el siglo XVI. Hago la cita no por erudición, sino porque me ayuda a que se pueda entender mejor lo que pretendo exponer. Dice así la cita: Para deciros la verdad, muy pocas cosas observo, porque el estilo que tengo me es natural, y sin afectación ninguna escribo como hablo; solamente tengo cuidado de usar vocablos que signifiquen bien lo que quiero decir, y dígolo cuanto más llanamente me es posible, porque a mi parecer en ninguna lengua está bien la afectación. Fin de la cita. Pues vamos allá.
El uso políticamente correcto del lenguaje no es algo de nuestros días. Ya en una carta dirigida al Defensor del lector del diario El País en marzo de 1995, un lector se quejaba de la actitud de los periodistas de ese diario que "incurren casi de manera constante en una utilización políticamente incorrecta de los términos más al uso: deficiencia, discapacidad y minusvalía, llegando en ocasiones a la utilización de otros despectivos y humillantes para tales personas, como podría ser el de disminuido".
No niego que la lectura de esta queja me hizo pensar. Volvemos a las andadas me dije; porque, vamos a ver, ¿qué es eso de lenguaje políticamente correcto?; ¿es posible afirmar, sin más, que hay palabras que son, en sí mismas, despectivas y humillantes hacia aquello que designan? Yo pretendía, al hacerme estas preguntas, aferrarme a una idea que ya antes había defendido: el lenguaje no debe cargar, bajo ningún pretexto, con las culpas de nuestras propias miserias.
Como no quiero alargar en exceso ninguna de las anotaciones que vamos insertando en esta agenda, dejo para mañana, y para días sucesivos, la continuación.

No hay comentarios: