lunes, septiembre 25, 2006

DEFENSA DEL HABLA ANDALUZA (Sobre unidad y diversidad)

Decía Juan Ramón Jiménez, refiriéndose a su madre, que "nunca habló español como se habla en Madrid. Conservó siempre el fuego, el natural andaluz". Traigo esto a colación por si alguien piensa que en los diferentes ejemplos que voy dando del buen hablar me sujeto en exceso a la norma. Siempre he creído que el bien hablar exige conjugar la unidad con la diversidad. Ejemplo claro: nada hay en contra de que mientras aquí decimos chaqueta, en gran parte de América se diga saco.
En nuestro caso, la diversidad se llama dialecto andaluz. Si el hecho lo encaramos con toda naturalidad, nada hay que hablar. Pero si una persona, medio, institución o régimen, que de todo hay, confundiendo unidad con uniformidad, intenta sobreponer la norma castellana sobre el habla andaluza, ya hemos organizado el cacao. E igual si se quiere forzar lo contrario, que también se da y no poco. Tan malo es que no podamos diferenciar una emisora de radio que sintonizamos en Málaga de una de Ciudad Real, como que pensemos que lo andaluz es mucho seseo y mucho suprimir las -s finales.
Unidad en la variedad es respetar todo aquello que sea propio de una forma de hablar sin tirar por tierra la norma unificadora. Pongamos ejemplos. Si en el ámbito del castellano se ha dado plena validez al leísmo de persona, por la generalización de su empleo, ¿por qué considerar vulgarismo, en el ámbito del andaluz, el empleo del pronombre ustedes en lugar de vosotros, si tan generalizado es su uso? Nunca olvidaré un anuncio de una película de Cantinflas aparecido hace bastantes años en el diario SUR: "Niños, El Señor Doctor lo cura todo, pero ustedes se moriréis de risa viendo a Cantinflas..." Una auténtica delicia. ¿Y qué decir de la riqueza expresiva de nuestros diminutivos: afectividad (mamaíta), superlativo (se ha puesto perdiíto de tierra), atenuación (total, por diez eurillos de nada), por no citar los numerosísimos casos de lexicalizaciones (mocita, señorito, chiquillo, etc.).
El andaluz, como he dicho, no es mucho forzado seseo; es, entre otras muchas cosas, el empleo de tantas palabras por culpa de la uniformización tan malage que parece perseguirnos vamos perdiendo. ¿Quién, si no, utiliza hoy palabras como belcarrana, jingorrio, saborío, endiñar, arbortario, faratabailes, que, si las conocemos, es en gran parte gracias a los libros que sobre el asunto han escrito Juan Cepas, Paco Álvarez Curiel o Antonio del Pozo, por citar solo a algunos malagueños que se han preocupado del tema?

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