lunes, enero 22, 2007

FEMINISMO Y PARIDAD

Hay una letra del cantaor José Menese que Zalabardo me recuerda con insistencia. Dice así: "Cuando llegará el momento / que las agüitas vuelvan a sus cauces; / las esquinas con sus nombres / sin roques ni reyes, ni santos ni frailes". Yo digo, de verdad, que espero que en esto del feminismo las aguas vuelvan también a sus cauces. Vayamos primero con unos datos referidos a informaciones aparecidas es estos últimos días en la prensa.
El director del Centro Cultural Montehermoso, de Vitoria, Xabier Arakistain solicita a las administraciones que se implanten las cuotas de sexo en las actividades de museos y centros de arte y que la paridad se traslade a las colecciones de arte públicas. La Junta de Andalucía redacta una ley que regula su modelo organizativo y, entre otras cuestiones, dice que se garantizará la presencia de hombres y mujeres al menos en un 40 % en los segundos niveles de la Administración. La secretaría de la ponencia del Nomenclátor de Barcelona busca nombres de mujeres que les permitan equilibrar el porcentaje de calles con nombres de hombre y de mujer.
Sé que este es un tema delicado y Zalabardo me pide que no me meta en muchos berenjenales, que el personal anda muy sensibilizado en estas cuestiones del feminismo. Pero, sintiéndolo mucho, no me puedo callar cuando creo que se confunden churras con merinas. Primero, he de decir que no me considero machista (y mucho menos antifeminista), pero tampoco feminista en el sentido en que, por lo general, se predica ahora. Creo firmemente que la paridad es una trampa para disimular la no aceptación de la igualdad. Porque, a ver, ¿por qué hay que señalar un mínimo de un 40 % para ningún género? ¿Por qué no seleccionar a las personas por su capacidad y no por su género? Si en un departamento de la Administración el 100 % de las personas adecuadas fuesen mujeres (o, al revés, hombres), ¿por qué regla de tres habría que reservar un 40 % de puestos para el sexo opuesto y no concederles el total a quienes lo merezcan de verdad?
Quienes defienden la postura de las cuotas y la paridad, creo, siguen mirándonos como "mujeres" y como "hombres" y no como personas. A los políticos cuyas bocas se llenan tanto del término paridad yo les preguntaría, por ejemplo: ¿cuántas mujeres aspiran a ocupar las presidencias y secretarías generales de sus partidos, cuántas son candidatas a dirigir sus Comunidades, a cuántas nombran aspirantes la presidencia del Gobierno? ¿Es que no hay españolas cuyas aptitudes les permitan trascender de la categoría de consejeras o ministras?
Las cuotas no son más que engaños para presumir, por la izquierda y por la derecha, de talante y de modernidad. La igualdad de derechos no tiene que ser uniformidad ni, mucho menos paridad. ¿Por qué hay que mirar si quien aspira a un cargo es hombre o mujer? ¿Sabéis el problema de Barcelona? Dicen ellos mismos que como la mujer ha tardado años en incorporarse al mundo profesional, científico, artístico, literario, etc., no encuentran nombres suficientes para su deseo de equilibrio.
¿Cuál es, para mí, una conducta adecuada en esto del feminismo? La del ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, el otro día en Riad. Al ver que a las mujeres periodistas que lo acompañaban les prohibían la entrada en el recinto de una universidad en la que debía impartir una conferencia, ni corto ni perezoso, se negó a pronunciar la conferencia programada. Por ese camino me parece que podríamos empezar a movernos. Y a las calles, vamos a llamarlas como antiguamente: calle del Agua, calle del Alperchín, la Carrera, cuesta de la Colegiata, callejón de las Comedias, calle de la Cilla. Al menos, así recuerdo que se llamaban algunas de mi pueblo antes de que las disfrazaran con nombres de políticos y generales.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bien dicho, la igualdad sólo tiene un punto de partida: todos somos personas.
S.C.

Anónimo dijo...

Comienzo mi comentario con una alabanza a la agenda de Zalabardo, que de vez en cuando leo. Normalmente estoy de acuerdo con sus comentarios, que me parecen sensibles socialmente y siempre interesantes desde el punto de vista pedagógico.
Y como todo no puede ser bueno, paso a tirarle un poco de las orejas. En primer lugar me gustaría saber a qué concepto del feminismo actual se refiere. Muchos por error, piensan que feminismo es mujer contra hombre, resquicio del feminismo francés de los años 70, por suerte hoy superado. Yo creo que todas las personas deberíamos ser feministas, puesto que ser feminista no es ni más ni menos que considerar a la mujer como igual al hombre y desde esta creencia trabajar cada día, tanto en lo cotidiano como en lo transcendente, por dicha igualdad; porque la realidad es que somos personas, pero por suerte somos hombres y mujeres. Yo me siento muy orgullosa de ser mujer, supongo que si fuera hombre tambien tendría este sentimiento, porque pienso que cada cuál debe estar orgulloso de su identidad de género.
Llegados a este punto, estimado profesor, le digo que ojalá no hiciera falta el feminismo ni como ideología ni como praxis; eso querría decir que no existe el machismo. Pero por desgracia han sido muchos años de educación en el machismo, y mientras esto sea así, seguirán muriendo mujeres en manos de machistas y seremos un colectivo invisible en muchos ámbitos de la sociedad. Por todo esto y por muchas mas cuestiones que no menciono por no extenderme más, son necesarias las cuotas y la paridad. Y me parece un argumento machista pero sobre todo simplista reducir este tema tan complejo a pensar por parte de algunos (y no digo que usted lo piense porque demuestra ser una persona inteligente) que mujeres tontas estarán por cuota, porque tambien hay hombres tontos en puestos y sin cuota, que es más grave.
Isabel Díaz